31 Jan, 2025

Actualidad Política

Análisis sobre la situación actual de la guerrilla del ELN

2025-01-29 00:00:00 | Por Equipo Editorial EGC

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¡Que no reescriban la historia!

Jamás será aceptable que la violencia, venga del bando que venga, sea banalizada o romantizada.

Por Fernando Posada, diario El Tiempo, 29/01/2025

Mientras Colombia atraviesa una de las horas más complejas en materia de orden público, especialmente en la región del Catatumbo, el Gobierno Nacional ha tomado la decisión de suspender las negociaciones de paz con la guerrilla del Eln. Se trata de un largo proceso de diálogos sostenidos en las últimas tres décadas que pocos resultados ha traído al país, en medio de permanentes frustraciones y del aumento de la violencia por parte de ese grupo.

El enfoque narrativo de la reacción del Gobierno a la crisis por la escalada violenta de las organizaciones ilegales ha sido desconcertante por donde se le mire. La ciudadanía colombiana debe manifestar su rechazo a las declaraciones del presidente Petro, que en varias ocasiones ha celebrado el rol de dirigentes históricos de las guerrillas, hasta llegar a concluir que con los ataques recientes el Eln “se apartó” de su origen revolucionario y de los principios de sus fundadores –¡como si no lo hubiera hecho desde hace décadas!–. Este relato es realmente indignante, pues el largo historial de guerra y violencia que el país ha sufrido por cuenta de esa guerrilla es conocido desde hace más de cincuenta años y, en ese mismo sentido, decir que el Eln se ha apartado de esos supuestos principios es partir del ofensivo error de asumir que hasta hace un tiempo se mantuvo en ellos.

Pero lo anterior está lejos de ser una casualidad o un accidente del mandatario. No hay oportunidad que el presidente Petro pierda para exaltar su afinidad por la historia de las guerrillas de la segunda mitad del siglo XX en Colombia. Recientemente, por ejemplo, Petro sostuvo en un discurso público que el líder de las desarmadas Farc, Manuel Marulanda, “se atrevió a hacer una revolución de verdad.” El país también ha conocido la cuestionable manera en que el Presidente ha portado con orgullo la bandera del M-19 en eventos y encuentros, así como su decisión de proteger y exponer el sombrero de Pizarro y la sotana del padre Camilo Torres como si se tratara de símbolos patrios.

En apoyo a la problemática línea narrativa establecida por el Presidente, diferentes congresistas y dirigentes cercanos al Gobierno escribieron mensajes que concluían que con las recientes acciones violentas en el Catatumbo, el Eln había abandonado a la ciudadanía colombiana y a sus orígenes, y que, como consecuencia de estos ataques, se vería beneficiada la apuesta de paz del llamado “primer gobierno de izquierda de Colombia”. Pero no podrían estar más equivocados quienes presentan esta narrativa mentirosa sobre el conflicto, pues está lejos de ser la primera vez que el Eln traiciona con terror y violencia la esperanza de paz de la nación. Los horrores cometidos por esa organización durante más de medio siglo se encuentran documentados en las páginas más infames de los libros de nuestra historia.

Los colombianos no podemos aceptar la narrativa del actual gobierno, que repite que las guerrillas promovían el llamado “amor eficaz” que atribuyen a Camilo Torres Restrepo, cuando en realidad imponían injusticia y violencia con los fusiles en las regiones más vulnerables del país. La extensa lista de casos de secuestros, fusilamientos, desplazamiento y terror no puede olvidarse, ni las víctimas de estos grupos merecen la ofensa que representa la absurda celebración de los victimarios. Una cosa es que el Presidente de la República sea hijo de los procesos de paz que devolvieron a la vida política y civil a excombatientes de guerrillas, y otra es que busque cambiar la historia para exaltar a los jefes de las organizaciones subversivas que tanto daño le hicieron al país y que durante décadas profundizaron la guerra en Colombia.

Desde decenas de columnas en este mismo espacio he defendido con verdadera convicción el proceso de paz de La Habana, y otros que vinieron antes, así como la importancia de la participación en política de quienes apostaron por la paz y la dejación de las armas. Pero debe quedar muy clara la línea entre la defensa de la paz y la irresponsable celebración de una historia de guerra y dolor. Los colombianos no podemos permitir que desde esta nueva narrativa impulsada por el presidente Petro, llena de imprecisión y sectarismo, la historia y los hechos sean reescritos para convertir en ídolos a las guerrillas y sus dirigentes. En una democracia incluyente y funcional como la nuestra, jamás será aceptable que la violencia, venga del bando que venga, sea banalizada o romantizada.

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Sobre el autor

Jorge Eliécer Gaitán

El Caudillo Liberal​, fue un jurista, escritor, profesor, orador y político colombiano, miembro y líder del Partido Liberal Colombiano. Se le considera el político más influyente de Colombia a finales de los años 40 y es una de las figuras más importantes de la historia del país.

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